![]() |
La vida jugando |
Siguiendo con la saga de notas de "Viejos chotos que juegan como niños", hoy me siento frente a mi notebook a escribir. Para graficar un poco mi entorno, estoy sentado frente a un mueble arcade de cuatro players que tengo en mi estudio. Cada vez que podemos, nos damos el gusto de jugar unos clásicos, tirando fichitas virtuales sin piedad. Se me hace imposible no convertir esta nota en una caterva de experiencias personales.
Este arcade me recuerda a mi viejo. Con él trabajábamos en una verdulería en Constitución, y cada vez que salíamos del trabajo y pasábamos por los arcades de la estación, nos era imposible resistir la tentación de meter unas fichitas. Mi viejo siempre fue un belicista empedernido, y sus juegos de cabecera eran Operation Wolf y Terminator 2. Uno de los recuerdos más hermosos que tengo con él es frente a la máquina de T2, mirándonos a los ojos, cómplices y viciosos, y diciéndonos:
—Hoy lo terminamos.
![]() |
Salón de Arcade de los '80. Foto de: legadodelpixel |
Lo que siguió fue una lluvia de fichas, medio sueldo semanal convertido en créditos. Esa máquina era una comesueldos tremenda, injusta a más no poder. Como debía ser un verdadero arcade de pura cepa.
El primer nivel lo teníamos dominado, apenas gastábamos una o dos fichas. Pero de ahí en adelante, todo era terreno desconocido. Como en estos juegos la memorización de patrones es clave, empezamos a perder... mucho. Si se nos acababan las fichas, uno iba corriendo a comprar más mientras el otro aguantaba como podía las hordas metálicas de austriacos musculosos digitalizados.
![]() |
El mítico arcade de Terminator 2. |
Hasta que llegamos al jefe del penúltimo nivel: el maldito T-1000, una bestia inmortal de metal líquido. Dimos todo lo que teníamos. Lo llenamos de balas y misiles, pero el maldito se regeneraba. Y caímos. Caímos como soldados en una épica batalla.
Detrás nuestro, la gente que se había juntado a mirar vitoreó el intento. Ahí estábamos: padre e hijo, peleando contra Skynet para salvar a John Connor. Pero esa noche volvimos a casa derrotados, pobres y con ganas de revancha.
Una revancha que nunca llegó.
A mi viejo se le acabaron los continues en la vida y le salió la pantalla de Game Over definitiva.
Como dije en la otra nota, los juegos son algo transversal en mi vida. Muchos acontecimientos importantes están ligados a un control y a gente jugando conmigo.
![]() |
El nivel del T-1000 de Terminator 2. |
Desde los torneos de Mario Kart en la SNES o Street Fighter II en la Genesis, hasta reuniones familiares jugando El conocimiento es poder y haciendo el “baile de la salchichita” cada vez que gano (solo los que disfrutaron el juego me van a entender). Gente enojada porque le robaron las estrellas en Mario Party, o trasnoches de confesiones con mis amigos de Destiny (sobre el cual ya escribí una nota acá).
Para darle más fuerza a esta nota, empecé a juntar relatos de la gente que me rodea, y cada uno de esos testimonios es hermoso.
![]() |
David Palacio de ExtraGamers. |
David Palacio:
“Y yo arranque jugando cuando mi viejo después de un viaje que había hecho a Brasil trajo un clon de atari a casa que se llamaba "Cony 2600" jajaja. Ahí tuve varios cartuchos pero el que más recuerdo era el juego de boxeo de Activision. Después de eso llegó el family a casa y ahí todo se descontroló jaja podía pasar horas enteras jugando, al ser hijo único era mi mayor entretenimiento. Cuando iba a las casas de mi primos jugábamos todos juntos. Ahora de grande tengo la posibilidad de jugar mucho con mi hijo que le gusta los videojuegos tanto como a mi. Además le gusta mucho lo retro y siempre encontramos algún hueco para jugar a la Wii a la Sega o a algún juego de arcade. Con él pude terminar el Cadillacs y Dinosaurio, Sunset Riders, Capitán Comando y el arcade de los Simpson. Todo con un comando arcade que tenemos en casa. Los videojuegos es el punto en común que tenemos y compartimos y hasta mi hija que no es de jugar tanto siempre está dispuesta a jugar unas carreras el Crash Team Racing en la Switch cuando jugamos todos juntos”
![]() |
Gonzalo Cantarelli de Bacord Games. |
Gonzalo Cantarelli:
Era el año 1989 tenia 9 años y cada vez que pudimos ir a la costa Argentina, visitábamos los locales de arcades, por supuesto no tenia idea que se llamaban arcades, ahí vi por primera vez lo que era un videojuego, sentir el sonido ver los hardwares y observar las pantallas con tantos colores, claramente eran algo deslumbrante y te daba una adrenalina sin igual, recuerdo que los juegos de motos o de autos eran los que mas me gustaban porque tenían una presentación tremenda el arcade, finalmente podía manejar una moto de carreras con solo 9 años.
El tiempo pasó y tuve mi primera consola de juegos, era con joystick con palancas grandes, no recuerdo la marca, ahí descubrí el Mario, el Bomberman, Gálaga y muchos otros. No pasó mucho tiempo hasta que me compraron la NES que fue una consola que usé mucho, y luego el Sega, ahí descubrimos el famoso juego EA SPORT FC (el primer FIFA) que jugué hasta que la consola dejo de funcionar, esto seria de 1992 hasta 1996 aproximadamente.
Los años pasaron y todavía sigo divirtiéndome con los videojuegos, ahora con mis hijos Beni y Rami, ellos son fanáticos de los juegos, disfrutamos mucho el tiempo que le dedicamos e inventamos juegos en nuestras cabezas antes de irnos a dormir. Ellos tienen mas posibilidades, la oferta es inmensa e infinita, los chicos están inmersos en tecnología, celus, PCs, consolas, TV smart, etc, y es parte de su día a día, y lo bueno es que todo lo que aprenden lo hacen jugando.
Desde que estoy metido en la industria de los videojuegos aprendí y sigo aprendiendo. Mis hijos me ayudan a descubrir nuevos juegos, nuevas formas y cada vez estoy mas convencido que los videojuegos son una gran forma de aprender del mundo que nos rodea y si es posible aprender del que viene.
![]() |
Dani Belverede, coleccionista retro gamer. |
Daniel Belvedere:
Lamentablemente no tuve mucha oportunidad de compartir juegos con mi papá porque el destino quiso que en 1988 se fuera de esta vida cuando yo tenía solo 12 años. Sin embargo, tengo algunos recuerdos de mi relación con él a través del juego, y son más bien escasos.
Siento que mi papá pertenecía a una generación en la que siendo adulto estaba mal visto seguir jugando a ciertas cosas que no sea un partido de fútbol o a las cartas, y además recuerdo que los videojuegos no le interesaron demasiado salvo una excepción que recuerdo bien: le gustaba mucho “Return of the Invaders” de Taito lanzado en 1985. Por eso cuando lo encontré en el MAME allá por 1998, fue como reencontrarme con él, aunque sea a través de un videojuego, y fue una experiencia hermosa.
Mi papá era colectivero y trabajó en la línea 118, que tenía la terminal en Barrancas de Belgrano, y recuerdo perfectamente como luego de dar la vuelta con él cuando lo acompañaba a trabajar, cerca de ese lugar había un local de videojuegos en el que metía unas cuantas fichas. Fuera de eso, cuando mis padres me compraron la Commodore 64, no recuerdo una sola instancia en la que ellos se sentaran a nuestro lado y nos dijeran “a ver qué es eso”, siempre fue algo para nuestro uso y con los únicos que podíamos compartir videojuegos eran mis primos o mis amigos.
Uno de los últimos recuerdos relacionados a mi padre y los videojuegos fue en la casa de su hermano, estábamos jugando la versión de C64 de Bubble Bobble (el mejor porteo en esa computadora, sin duda) y le pidió a mi tío que ponga otro porque ese juego “era una boludez”. Fuera de eso no tengo la memoria de que haya visto los grandes clásicos con los que me envicié durante horas y horas en mi hermosa computadora.
También debo reconocer que esquivé una gran oportunidad de conectar a través del juego con mi padre cuando me quiso enseñar a jugar al pool/billar, algo que él amaba y no supe apreciar en su momento, no recuerdo si porque me aburría o me parecía difícil. Luego de adolescente me cayó la ficha de lo realmente bello que es jugar una buena sesión de pool con amigos y una birra de por medio, arrepintiéndome de no haber aprovechado jugar más con mi viejo.
Con mi madre tuve que esperar hasta muy grande que aparezca la Wii y siendo que ella le gusta mucho el bowling, quiso compartir nosotros dicho juego en el Wii Sports, lo cual me fascinó y me hizo amar mucho más a la consola de Nintendo, ya que logró algo que ninguna otra pudo hacer. Y que ella me gane sin tener que dejarla ganar y que me pida jugar otra vez, es impagable al día de hoy.
Ya siendo padre yo, me encargué desde el primer momento en que pudo agarrar un joystick el tratar de acompañar a mi hijo Máximo en sus juegos, pasando por todos los Lego habidos y por haber, más otras joyas como Castle Crashers, Broforce, Sonic All Star Racing Transformed y algunos más. Hace un par de años descubrió por su cuenta Roblox y encontró una comunidad con la que charlar y reírse mucho, por lo que abandonó casi por completo el multijugador local para enfocarse en esas experiencias.
Sin embargo las horas que jugamos juntos no me las quita nadie y espero que lo formen como una persona que entiende que el juego es una parte fundamental de la vida y que no hay edad para seguir divirtiéndose con lo que a vos te haga bien.
![]() |
Javier Paunero de No Gaming News. |
Javier Paunero:
Mi historia con los videojuegos empieza desde muy chico. A mí papá le gustaban muchos lo fichines y era de llevarme de chico cuando podía. Cuando tenía 5 años me dió plata para que comprara fichas en el hotel donde nos quedábamos. Yo, con inocencia, camina 5 cuadras de Mar del Plata hasta otra casa de videojuegos donde compre las monedas y volví al hotel intentando usarlas en las máquinas de ahí, obvio no funcionaban, mis papás casi se mueren cuando volví llorando al cuarto.
Desde siempre me llamo la atención el jueguito. A los 6 cuando nace mi hermana me dan el mismo día una family, calculo que era para que no molestará mientras cuidaban a un bebé. Ahí conci Mario, Galaga, Battle City y otras joyas. Compartía eso con mi papá que siempre se sentaba a jugar a mi lado. Un par de años después se separaron. En esa etapa mi papá me llevaba mucho a Pac-Man, en el centro de la plata donde íbamos a conseguir tickets para canjear premios. Nunca conseguí nada grande pero era una cita obligada cuando salíamos.
Años después un novio de mi mama me regaló la Sega. Ahí concí juegos como Sonic, Road Rash y muchas más joyas de aquella consola. Esa fue la última máquina de sobremesa que tuve en mi infancia. Nunca logré que me compraran una Play y menos algo de Nintendo.
En mi adolescencia me compré una GameBoy Color donde disfrute de Pokémon y Kirby. Me arrepiento de haber vendido ese aparato tan noble.
Ya de adulto y después de muchos años alejado del gaming me compré la Switch. Con ella empecé a meter a mi hija más grande de en los videojuegos. Primero jugando Mario Kart y utilizando sus accesibilidad para que ella no tenga que hacer mucho esfuerzo. Hace algunas semanas la metí en el mundo de Animal Crossing y esta más que feliz disfrutando de deberle mucho dinero a una mapache usurero. Jugamos juntos y espero poder seguir haciéndolo mucho tiempo más.
![]() |
Imagen homenaje de Bacord a los Arcades. |
Al leer las experiencias de mis amigos, no puedo evitar la emoción.
Como diseñador, siempre busqué eso. En Maki, la idea siempre fue que el juego pudiera ser jugado por padre e hijo: que el niño viera algo lindo mientras apelábamos a la nostalgia del padre. En nuestro próximo proyecto seguimos con la misma idea: que el chico vea un juego atractivo y que el padre recuerde sus tiempos poniendo fichas para jugar a un “jueguito de naves”. Que Mayhem in Pangea sea un punto de entrada para los chicos, y que se adentren en el mundillo de los shmups.
Más allá del chivo que acabo de pasar (no lo voy a evitar, muchachos, tengo que comer), las experiencias transversales que nos brinda el juego no solo pueden atravesar nuestras vidas, sino también todo nuestro entorno.
Por mi parte, no tengo hijos todavía con los que sentarme a jugar, pero tengo mildoscientostreintaitantos sobrinos viciosos que aman jugar junto a su tío.
![]() |
Mayhem in Pangea, el nuevo trabajo de Bacord Games. |
Quizás, algún día deje de comprender desde la teoría y empiece a entender desde la experiencia. Pero por ahora, seguiré jugando hasta el último de mis días.
Y cuando yo ya no esté acá, le voy a decir a mi viejo:
“HOY LO TERMINAMOS”.