Metal Gear Solid V, ¿una obra profética?

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Metal Gear Solid V, ¿una obra profética?

 

El Dolor Fantasma


¿Qué tan complicado es vivir bajo la sombra de alguien? Sin lugar a dudas debe ser difícil. Ahora, imagínate tener que vivir siendo el fantasma de una leyenda; de un “héroe” que en su espalda lleva años de guerras y tragedias. Tampoco debe ser una tarea sencilla. Así se siente jugar Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, a partir de ahora llamado TPP , la conclusión de una de las mejores franquicias de la historia.


Despertando sin recuerdos, con un brazo amputado, con otros ojos y un rostro que tampoco es el nuestro, somos puestos al mando de una misión. Contamos con un grupo de mercenarios y un objetivo común que tampoco nos pertenece, pero que, por una extraña razón, nos convoca instantáneamente. Hay un llamado externo al deber, un llamado a la venganza, a limpiar la historia.


A nuestro lado está Ismael y con él aprendemos nuevamente a caminar, a escondernos y cómo apuntar un arma. Durante el prólogo de TPP, estaremos frente a frente con la persona que, para limpiar su imagen, vendió su historia, su propio mundo y a nosotros. En este caso, somos su mejor copia. Simplemente, porque todavía no hemos pecado. 


Siendo de los mejores soldados en la Mother Base y bien entrenados en las artes del combate en espacios cerrados y las tácticas de espionaje modernas, logramos ir pareciéndonos más a esa persona que creemos ser: Big Boss. Durante nuestro viaje, tomamos sus costumbres, sus respuestas y también nos adueñamos de la personalidad de un hombre templado.


Perder nuestra identidad y sus problemas


The Phantom Pain gira en torno a la despersonalización del ser y a la reconstrucción de la integridad humana basándose en la venganza como motor. Es curioso como ese sentimiento empuja a las personas a hacer cosas impensables. Cuando la venganza es utilizada como excusa para el movimiento de montañas, es infalible. Todo sentimiento que esté construido a partir de ella, es probable que sirva para manipular. 



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Muchas veces la venganza está acompañada de miedo, de manipulación histórica, ideológica o que se yo. La venganza nunca viene sola, por lo general, viene con papas y gaseosa. Entonces, con una mente sin recuerdos, con el miedo de una nueva guerra nuclear en el horizonte y con la incitación a tomar venganza, podemos convertir a un hombre en una serpiente dispuesta a matar sin pensarlo dos veces.


La implicancia de intentar ser alguien más que nosotros mismos no es un pecado, pero es algo que, indudablemente, pasa más a menudo que antes y también repercute en nuestra sociedad. Kojima, como autor, supo profetizar muchas cosas que hoy son moneda corriente: el control del flujo de información, qué se dice o cómo somos manipulados por los medios de comunicación. Lo que sucede en TPP, no está muy alejado de la realidad.


Sons Of Liberty supo dar en el ojo con la temática que abordó en rasgos generales: el control de la historia y la manipulación de hechos para el manejo de una sola verdad. The Phantom Pain tomó un poco de esa idea y la aplicó directamente a una sola persona en particular: un médico que tuvo la suerte o desgracia de estar al lado de Big Boss cuando ocurrió el incidente de Ground Zeroes.


No hubo consultas, ni consentimientos expresados. Todo fue una orden, parte de un plan más grande. Un plan que necesitaba otro hombre, un plan que terminó despojándonos de nuestra verdad.


Identidad e intereses


¿A qué costo sacrificaríamos nuestra propia identidad por intereses políticos? Yo no sé, pero a veces, la necesidad de vengarse es más que suficiente para soltar y echar a perder absolutamente todo. A su vez, este impulso, sirve para desligar figuras antiguas e incómodas en el panorama, e instaurar nuevas personas, por más que estas sean las mismas que se pretendían quitar.



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Uno de los personajes más interesantes de todo el juego es el antagonista, Skull Face. Qué, durante las secuencias finales se revela que fue despatriado, que perdió su idioma, sus creencias y también su propia historia. Él fue obligado conscientemente a esto. Nosotros, a diferencia de él, jamás supimos quién realmente fuimos, solo tenemos el recuerdo de haber explotado dentro de un helicóptero.


Un detalle muy Kojima, es que durante ese diálogo suena de fondo, “Sins Of The Father” el tema principal de Metal Gear Solid V, mientras Skull Face termina de hablar se escucha: “Lejos, en la distancia, está una luz. Luz que quema aquellas viejas heridas. Todo este dolor me recuerda qué soy. Viviré, me convertiré en aquello que necesito ser.” Un momento sumamente particular donde poco a poco se nos va revelando dónde estamos parados.


Skull Face bajo el lema de que “la guerra lo cambió” y que “no habitamos una nación, sino un idioma” tenía como máxima recuperar el libre albedrío y la diversidad mundial. Esto lo haría exterminando el inglés del mundo. Según él, la lengua franca funciona como un esclavizante y homogeneizador de la sociedad, y para evitar más pérdidas de identidad, desarrolló un virus capaz de borrarlo de la tierra.


El plan está pensado para llevar al mundo en un lugar sin la capacidad de llegar a consensos comunes. De esta manera, sin la capacidad de comunicarse de manera general, sería fácil virar a la violencia y así, darle espacio al negocio armamentístico. Un claro contrapunto a lo que Los Patriots perseguían: un mundo sin fronteras, sin naciones, un mundo unido. Un punto en contra de lo que Snake, Ocelot y Kaz creen.



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Nosotros, hasta el momento de la revelación, perseguimos a Skull Face solamente por ser parte de Cipher y por el problema que significaban las armas nucleares en manos de guerrillas. Al entender lo qué había más allá de las acciones, uno puede llegar a cuestionarse si todo el viaje que hicimos hasta ese momento valió la pena. ¿Qué pasa si Skull realmente tiene razón? Al punto de la historia donde nos encontramos, una revelación de este tamaño es, cuanto menos, interesante.


Una bajada de línea


Es interesante porque uno de los planteamientos principales en la franquicia de Metal Gear es primero: la de obedecer las órdenes y segundo, la de formar un mundo sin fronteras, un universo unido ante los conflictos de divergencias, pese a la pérdida de identidad de quienes lo conforman. Durante los procesos globalizadores del siglo pasado, se luchó, valga la redundancia, por acercar a la humanidad a un consenso mundial de identidad, dejando de lado absolutamente lo que nos hace singulares.


El sistema capitalista tiene mucho que ver en este tema. Habiendo caído el muro hacia el otro lado, la verdad fue una sola y los todos los ríos llevaron el agua hacia la unificación de un pensamiento como modelo de vida. En esta marea de pensamientos del primer mundo, alejado muchas veces de los sentimientos de las periferias, perder lo que nos hace únicos fue realmente sencillo. Vamos, ¿quién iba a oponerse al hombre blanco con las ideas de un sistema libre que te "hacía rico"?


En el punto histórico que nos encontramos, vemos que la sociedad está siendo llevada hacia un fin único, un fin común: ser cada vez más parecidos. Y para mi, no hay nada mejor que las diferencias que tenemos. De lo distinto y las contraposiciones aparecen mejores ideas. No está bien reducir al mundo en su totalidad a simples tendencias en redes sociales, pero así sucede, y seguirá sucediendo, porque hemos perdido esa batalla.



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El problema de una masificación cultural es que, casi siempre, está orquestado por intereses políticos y perder la discrepancia misma es estar atado de pies y manos, sin voz y sin voto ante el mundo. No es ninguna sorpresa y tampoco reinventé la rueda, pero, si vamos a ver, todo, por más mínimo que parezca, está ligado a un interés alejado de nuestra realidad.


Muchas veces, las tendencias a homogenizar la cultura fracasan y quienes manejan esto, vuelven a pensar como hacerlo hasta que, de alguna manera, entra en el inconsciente colectivo. Ahí, arranca una nueva lucha contra el status quo, el preguntarnos, repreguntarnos, analizar y plantear, se pierde cuando nos sometemos a una imagen que no nos representa, pero que, por estar del mismo lado del mundo, nos han impuesto. Tenemos que ser diferentes para construir y negociar un bien común.

 


Revelaciones y un sin fin de dudas


Volviendo a TPP, tengamos en cuenta que nosotros todavía no somos conscientes de que realmente somos alguien que no es Big Boss, pero que todo el mundo afirma que sí somos. Todo nuestro círculo trabajó para convencernos y convencerse qué nosotros somos él. De que éramos la figura que el mundo necesitaba para estar seguro ante los peligros del oriente, el comunismo y las armas nucleares.



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Ahora, ¿cómo sabemos si somos Big Boss? Independientemente de ser parecido físicamente o no, tengamos en cuenta que sobre él se decía que era el “Soldado Perfecto”. Entonces, cualquiera que cumpla sus objetivos de manera excelente, puede ser considerado “El Gran Jefe”. Este médico, rebautizado como Venom Snake, era el mejor soldado después de los mandos. Un hombre de confianza de Snake padre.


El punto de inflexión donde los demás — quienes sabían del plan de dejar al verdadero Big Boss libre y reconstruirlo en otra persona — tomaron conciencia de que Venom Snake se convirtió en el Gran Jefe es cuando derrotamos Sahelanthropus por primera vez. Allí, como aquella vez en la Unión Soviética, pudimos destruir el Metal Gear y nos convertimos en el símbolo de la lucha contra las amenazas del mundo. Era el golpe de confianza necesario.


Venom Snake, bautizado así por estar envenenado con la sed de venganza por lo sucedido durante el incidente de Ground Zeros y los pecados de la persona en la que fue obligado a convertirse, finalmente logró ser Big Boss, el soldado perfecto. El que nunca deja cabos sueltos. Sin embargo, poco duraría esa sensación de poder, porque una cinta de audio de “The Man Who Sold The World” le revelaría toda la verdad.



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El final del juego, en vez de cerrar con un final feliz donde todos están celebrando el haber conseguido una pieza de tecnología avanzada, cierra con uno de los mejores giros argumentales de la historia de los videojuegos. Venom no era quien creía ser, él era un médico que fue obligado a ser Big Boss. Durante las cinemáticas finales se nos muestra como fue todo el proceso y la restructuración de su rostro y como, con tratamientos hipnóticos, se creyó la verdad que Ocelot le implantó.


El Big Boss original, tras los incidentes de Peace Walker y el peligro que supuso para Estados Unidos y el mundo libre, se convirtió en un hombre que valía más estando muerto. Todos querían que fuera así. Por eso, para darle la posibilidad de cuidarse, salvarse y rearmarse, Diamons Dogs decidió poner un fantasma en su lugar. Sin importar lo que pasase, si ese fantasma moría, no se sufriría la pérdida de un hombre especial.


El fantasma es un médico, un personaje al cual nosotros le damos nombre y rostro, que sufrió lo mismo que sufrió Skull Face. Fuimos completamente despojados de nuestra identidad y lentamente nos sometieron a aceptar una verdad como la única. Claro, después de enterarnos, el mundo se desmoronó.



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El hecho de no saber qué pasa hasta el final del juego nos hace pensar a nosotros como jugadores que Big Boss salvó el mundo otra vez, que salvó al universo de una amenaza terrible, pero es todo lo contrario. La imagen de héroe se desvanece por completo. Vivimos engañados todo el tiempo.


Metal Gear Solid V no solo nos muestra a Big Boss como un soldado que huye al llamado del deber y sus ideas, sino más bien se lo ve como un hombre al que nada le queda por perder y decide trasladar todos sus pecados a un segundo. Big Boss no solo desapareció como un cobarde, sino que también vendió toda su leyenda e historia a un mejor postor.


Para mi The Phantom Pain es profética, si, como Metal Gear Solid 2. Esta vez, haciendo una gran alusión a que cada día, gracias a un constante flujo de información, estamos expuestos y unidos a un sentimiento común, a algo que nos une como sociedad. Llevándonos a querer pertenecer, sacrificamos aspectos de nuestra personalidad singular por el solo hecho de ser aceptados.



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Vivir en comunidad nos obliga a separar nuestro ser en diversos aspectos, el mundo quiere que seamos más homogéneos, más unidos, pero bajo las causas que el mismo mundo cree correctas. Y si, por esas causalidades, ya estamos dentro del viaje hacia el final, puede que nosotros también hayamos vendido un poco nuestro mundo por aspirar a una verdad.




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